ras más de dos décadas conviviendo con el párkinson y sus síntomas, el actor Michael J. Fox ha aprendido a tomarse con sentido del humor las limitaciones físicas que le ha causado la enfermedad y a reírse de las situaciones tan rocambolescas en las que se acaba encontrando en ocasiones.
"La pura verdad es que la mayoría de los días acaba llegando un punto en el que literalmente no puedo parar de reírme de mis propios síntomas. Sin ir más lejos, la otra mañana entré a la cocina a servirme un café, algo que para empezar ya me costó un poco. Y después agarré la taza con las dos manos. Mi mujer me estaba mirando y me preguntó: '¿Lo hago por ti, mi amor?'. Pero, cómo no, yo le dijo que no hacía falta. Entonces empiezo a caminar por la cocina y la cosa se pone fea, y únicamente va a peor. Básicamente tenía ese líquido, caliente como lava volcánica, cayéndome por las manos y por todo el suelo", explicó divertido el mítico protagonista de 'Regreso al futuro' a AARP The Magazine.
A pesar de reconocer que los temblores que padece pueden resultar muy molestos, también se siente muy afortunado de que la mayoría de los efectos que se desprenden de su condición no sean dolorosos.
"El único dolor que padezco es en los pies, en los que a veces tengo calambres y se me agarrotan. Esa es la razón por la que siempre tengo un par de zapatos muy duros junto a la cama".
Uno de los mayores desafíos a los que tuvo que enfrentarse el intérprete tras su diagnóstico en 1998 fue la forma radicalmente diferente en la que comenzaron a tratarle los demás prácticamente de la noche a la mañana.
"Yo me daba cuenta muy rápidamente de que, cuando me miraban a la cara, lo que veían eran sus propios miedo reflejados en mí. Yo siempre les aseguraba que estaba muy bien, porque lo estaba. Tras un tiempo, la gran diferencia entre cómo me sentía yo y el horror que despertaba en la gente acabó resultándome muy graciosa", reconoce.
Por otra parte, la estrella también encontró apoyos inesperados que consiguieron emocionarle profundamente, como fue el caso del boxeador Muhammad Ali, a quien le habían diagnosticado párkinson una década antes que al actor.
"Recuerdo que me dijo, con esa voz áspera suya: 'Michael, ahora que tú también estás en esto, vamos a ganar esta pelea. ¿Qué puedo decir? Allí sentado, a solas, con Muhammad Ali... un gigante como él... Se me saltaron las lágrimas, casi acabo llorando", recuerda Michael J. Fox.